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sábado, 26 de mayo de 2012

Trabaje en Internet como redactor. Descubra cómo transformar la belleza de escribir en galopante estrés



Hay ofertas de trabajo en la Red muy serias, como son las de colocación en buscadores de artículos de interés con contenidos de nuestro saber y entender.

Plataformas de revista
Reglas estrictas, muy estrictas de originalidad las supervisan. Esto es muy interesante y loable, hasta que uno buscando un artículo que ha escrito a costa de bastante tiempo y esfuerzo, lo encuentra publicado textualmente por unos diez autores más, y todos mejor ubicados en los buscadores.
Molesta bastante, pero no importa. Salen incluso muchos anuncios en Internet buscando redactores que reemplacen las palabras de un texto ya publicado, de modo que la autoría de una nota se pierde en el limbo. 


Más que el hecho de que esto suceda, porque no deja de alimentar el ego que pobres parias de las palabras deban recurrir a nuestro manantial literario, molesta sobremanera que existan empresas que publiquen estas solicitudes alegremente.
Pero no nos vayamos del tema. Existen dos tipos de empresas (en adelante, plataformas) que publican lo que uno escribe. Las hay que pagan por click de publicidad, que significa que pagarán un porcentaje por las veces que algún lector de su nota consulte alguna publicidad que aparece en la pantalla. Publicidad que también es un porcentaje de lo que pagó la empresa que publicó el anuncio.
En suma, una empresa paga un anuncio, monto que se divide en todos los lugares en que aparece, que pueden ser miles. Al clickear en una de esas apariciones, un lector genera un pago para el autor de la nota, que con suerte puede llegar a ser unos 0,001 de dólar, euro o lo que sea. Habrá notado que ese monto no existe, ¿verdad?
Lo que quiero decir es que hacen falta verdaderamente muchos clicks para llegar a una suma lógica. Llamo lógico a un artículo de 800-1000 palabras que se pague unos cuatro euros, que incluso sigue siendo poco si el artículo de marras contiene datos, saberes y estilo que lo hacen original, útil y entretenido.

Granjas de contenidos
Existe otra forma de vender nuestra obra, en donde se paga determinada cantidad fija por notas a pedido. Estas plataformas son entretenidas de consultar, porque despiertan en el lector la conciencia de lo universal que es Internet. Suelen aparecer pedidos muy interesantes: hay empresas que piden artículos como “Veinte formas de cocinar las alcaparras” o “De qué forma se colocan los esquíes en la aerosilla Nº4 de la pista 2 de Aspen, a mediados de diciembre”. Varias veces leyendo estos listados, me he deprimido intensamente por darme cuenta lo poco que sé del mundo.

Fuera de categoría, pues ya es desvergüenza pura, se encuentran una serie de plataformas (e incluso revistas especializadas) que sugieren que publiques tus textos gratis, pues suponen que de esa forma te valorizarás como autor. El único inconveniente que surge de esta propuesta es que donde aparece tu texto, también hay publicidades, y sus ganancias se las lleva otro. Sí, ya adivinó quién: el alma caritativa que deseaba impulsar nuestra carrera literaria.

Por supuesto, hay más. Siempre hay más.
Señor@s, a la aurora, alegría.
Orlando Ampuero

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